lunes, 5 de mayo de 2014

Adiós



Adiós, la única palabra
que rompe el corazón
al minuto que entendiste
porque la dijo cualquier voz.

Adiós para siempre,
pronunciaste, mi amor,
y desde ese día
yo no tengo una razón
porque mi alma está
partida en dos.

No tengo vida
ya que tú la robaste.
No tengo vida
porque tú te la llevaste.

Tu adiós me persigue
y en mis recuerdos está.
Tu vida en mí, vive,
aunque mi alma rota va.

No tengo vida
porque tú me la quitaste.
No tengo vida
Porque tú me la arrebataste.

No soporto más
sin ti estar,
no puedo vivir
de un recuerdo
y nada más.
Por eso esta noche
me iré al más allá.
Y tú vivirás tranquila,
y no pensarás en mí
nunca más.

No tengo vida
porque tú la conservarás.
No tengo vida

porque tú la tendrás.

Eran ya las 12...






Eran ya las 12
cuando vi a mi hermana
cruzar la puerta
medio embobada.
Era simple:
estaba enamorada.

Sonreía sin razón
y siempre enrojecía.
Mis padres no lo sabían
aunque yo no entendía.

Acaso los adultos
son ciegos
que no descubren
lo evidente.
O acaso no quieren ver
que los niños van a ser,
algún día, independientes.

Una mañana fría
entré como un ladrón
a la habitación de mi hermana,
sin autorización.

Y allí encontré
un papel doblado
y quien firmaba
se decía: “Tu amado”.

Leí y leí
sin entender nada…
como tu hermano pequeño
…te celaba.

Llegaste y me sorprendiste,
grité espantado,
tú solo reíste
por ser, según tú, sobreactuado.

Te devolví el papel
un poco avergonzado;
bajé la cabeza
mirando hacia otro lado.

Te hice jurar
que yo solamente
sería “tu amado”.
De nuevo reíste
y me tomaste de la mano
como hace ya varios años,
y por eso agradezco ser
tu pequeño hermano.