lunes, 5 de mayo de 2014

Eran ya las 12...






Eran ya las 12
cuando vi a mi hermana
cruzar la puerta
medio embobada.
Era simple:
estaba enamorada.

Sonreía sin razón
y siempre enrojecía.
Mis padres no lo sabían
aunque yo no entendía.

Acaso los adultos
son ciegos
que no descubren
lo evidente.
O acaso no quieren ver
que los niños van a ser,
algún día, independientes.

Una mañana fría
entré como un ladrón
a la habitación de mi hermana,
sin autorización.

Y allí encontré
un papel doblado
y quien firmaba
se decía: “Tu amado”.

Leí y leí
sin entender nada…
como tu hermano pequeño
…te celaba.

Llegaste y me sorprendiste,
grité espantado,
tú solo reíste
por ser, según tú, sobreactuado.

Te devolví el papel
un poco avergonzado;
bajé la cabeza
mirando hacia otro lado.

Te hice jurar
que yo solamente
sería “tu amado”.
De nuevo reíste
y me tomaste de la mano
como hace ya varios años,
y por eso agradezco ser
tu pequeño hermano.

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